martes, diciembre 18, 2012

MACHOS ERAMOS LOS DE ANTES...
(todo junto, pa' compartir fácil)

MORFI:

Nos comíamos refuerzos de mortadela, tomábamos vinos Potro, y de postre nos clavábamos media docena de mandarinas catingudas.
Los no beodos, tomaban Jugolín o K-Suko de uva.
Nos íbamos silbando bajito, mascando un chicle Plock.

Nos lastrábamos la grasa fría que quedaba arriba de la olla del puchero, como si fueran galletitas María.
Las galletitas María la dejábamos para Navidad y Fin de Año.

Nos comíamos los cubitos de caldos Knorr Suiza, como si fueran caramelos.

Nos comíamos la nata que se formaba arriba de la olla de la leche hervida.
Obvio nabo, sin azúcar.

Nos comíamos el cucuzú o caracú, no sin antes comer el cartílago que rodeaba al hueso, todo sin pan.
Y no sentíamos lástima viendo lagrimear al perro.

Revolvíamos la polenta durante horas, y nos bancábamos las quemaduras de los borbotones sin una lágrima, cual exámen final de Kung-fu, abrazando la olla pa' marcar los antebrazos con serpientes y dragones.

Sacábamos "el coco" del pan de la olla del tuco hirviente, así nomás, a dedo pelado, y así nomás pal' garguero.

Tiernizábamos las milanesas de cebú viejo, a pura trompada nomás, contra el hormigón de la calle.

El pan lo rallábamos con la palma de las manos callosas.

...


ESTETICA Y VESTIMENTA:

Los pobres nos peinábamos a la gomina sin gomina, con jugo de limón y agua de la canilla.

Nos afeitábamos con un vidrio, y después cerrábamos los tajitos y poros con alcohol azul de primus.

Nos bañabamos con jabón Bao, con agua fría o con alguna ollita calentada al Primus, pero solo en invierno, a las 5 am, y si había -10º.
Nos calzábamos los Gino Paoli y a depredar.

Para el olor a macho, siempre un ramito de ruda macho colgado en la oreja, un dientito de ajo en el bolsillo...

Las zuelas de los zapatos agujereadas, con cartón por dentro pa' disimular.
Ahhhh si, había que ser muy guapo pa' andar hidalgo en los días de lluvia.

Nos bancábamos el zurcido invisible de las medias, sin chistar. Zurcidos que eran más grandes y rasposos que el repulgue de una empanada hecha con harina "0".

Los "pilots" los hacíamos con bolsa de nylon, los que a veces también usábamos adentro, pa' cuando las goteras del rancho eran más que los baldes, palanganas, pelelas, latitas, tazas ollas, vasos y hasta botellas de leche con boca ancha.

Los pañales los hacíamos con bolsas de azúcar de tela rasposa, para que nuestros hijos fueran también machos y machas.
Minga que íbamos a usar pañales descartables, había que ser muy macho para destapar las bombachas de goma y rasquetear el asfalkote de bebé, pa' recién ver como lavar.
¿Qué? con agua caliente, no sea nabo, agua fría que le dejaba las manos azules y a refregar en la pileta de hormigón hasta que sangraran los nudillos.

Planchábamos los "lompas", con raya perfecta, bajo el colchón más duro que adoquín, de lana apelmasada.

Nos aprolijábamos las uñas de las manos y de los piés contra el cordón de la vereda.

Nos sacábamos los pelos de las orejas y los de la nariz con una tenaza, pero solo los viernes, si ibamos de caza a los bailongos.

Nos curábamos los piojos con arena y alcohol azul de primus, porque con el alcohol se mamaban y con la arena se mataban a pedradas.

...


RELACIONES SOCIALES Y TIEMPO LIBRE:

Entre hombres no nos saludábamos con un beso, eso fue una mariconería que trajeron los porteños.
Nos saludábamos de lejos nomás, con apenas una caida de cabeza.
Si había vino suelto en la vuelta, como muestra de extremo cariño y amistad, un apretonazo de mano, que para aguantarlo nos entrenábamos la mano poniendola debajo de las ruedas del camión que repartía leche.

Hacíamos luces de bengala con esponja de aluminio, prendidas y giradas a gran velocidad por la fuerza centrífuga de nuestros brazos de marinos tatuados por las quemaduras.

Entrábamos a los baños de bar, y respirábamos sin lagrimear.

Sabíamos ser versátiles y adoptar extrañas formas al sostener la antena de cuernitos de la TV blanco y negro para que la familia viera bien.

No teníamos pesadillas después de ver Barnabás Collins.
Mucho menos los cuentos de Narciso Ibañez Menta.
Y menos que menos con el radioteatro de la tarde "Julián Luna el lobizón", de Julio César Armi.
De más está decir que nunca nos creimos las hazañas de los héroes de las novelas de Marcial Lafuente Estefanía.

Tomábamos sol en la playa Ramírez, en pleno verano, con 45º desde las 8am hasta las 8 pm.
El colorcito rojo punzó, nos daba la bienvenida a la tribu como machos, y apenas nos poníamos talco para que las sábanas no acariciaran tanto nuestra coraza enrojecida.

Nos bajábamos del ómnibus andando, con un par de zancaditas rapiditas, que dejarían a Usain Bolt rascándose la zabeza.

Sabíamos cambiar las válvulas de las radios y de la TV y las agarrábamos en caliente, para marcar ampollas en los dedos a modo de marca de guerra.

A la radio SPIKA la escuchábamos perfecto, sin distorsión, ni zumbidos raros de acoples en el tímpano.

Fútbol, descalzos obviamente, bajo cualquier inclemencia del tiempo y a cualqier hora, en el terreno que fuera, pasto, tierra, pedregullo, basureros con vidrios, campitos espinosos. El shaka Zulú era una nenita.

Despúes para festejar y mientras nos retirábamos alguna uña del dedo gordo de algún rival, apensas incrustada en nuestra tibia, un retoce sin camiseta, en el pasto para que los "bichos colorados" nos hicieran un masaje final y reconfortante.

...


Los machos de antes, picábamos a los mosquitos y no los dejábamos dormir de noche.