jueves, abril 19, 2007

PADRE, HIJO, Y GASTADA PELOTA DE FUTBOL


Me gusta el fútbol desde que era chico.

No sé explicar bien porqué.

En mi casa a nadie más le gustaba el fútbol. Ni a mi padre, ni a mi madre, ni a mi hermana.

Recuerdo que una vez le dije a mi padre que yo había “nacido” de Peñarol, porque ni a él ni a mi madre les gustaba el fútbol.

No solamente me gusta jugar al fútbol, me gusta saber todo lo que tenga que ver con el fútbol.

Sé los nombres de los jugadores, los clubes a los que pertenecen, en que posición juegan y como están formados sus equipos.

Y no solo del fútbol de mi país, también del fútbol de Europa y de los mundiales. Para mí el fútbol es una cosa seria.

Siempre que puedo, voy al fondo de mi casa y “peloteo” un rato; solo o acompañado.

Es mucho mejor acompañado.

Como muchos otros días, me vinieron unas ganas bárbaras de jugar al fútbol, y como muchos otros días lo fuí a buscar, y le dije si me acompañaba al fondo.


Siempre está con su computadora, supongo que jugando o haciendo algo parecido.

No me gusta que esté tantas horas con su computadora, hay otras maneras de divertirse. Se lo dije muchas veces y siempre me dice que tengo razón.

Como muchos otros días, cuando le dije si quería venir conmigo a jugar a la pelota al fondo, me dijo enseguida que sí, y de inmediato, dejó lo que estaba haciendo y nos fuimos a “pelotear”.

En el fondo tenemos un arco “casero”, sin red ni nada, un poco más chico que los profesionales, pero sirve igual.

Pobre, es muy malo jugando al fútbol, y no es porque no trate de enseñarle, dicen que algunos no han “nacido” para el fútbol.

No va llegar a jugar bien nunca, pero pone ganas y trata de aprender.

A lo que más jugamos es a patear penales; cinco tiros cada uno y luego cambiamos; el que pateaba pasa a atajar y el que atajaba pasa a patear.

Siempre le gano, y eso que no le pateo muy fuerte, pero la pongo donde quiero. Se las tiro a los ángulos, con “comba”, con “globito” y todo.

Cuando me toca atajar, tampoco pierdo, pues patea muy despacio y sin mucha dirección; siempre sé a donde la va a tirar.

Para que no se aburra, me dejo hacer algunos goles, y cuando me toca patear, se las tiro despacio y al medio o a lugares donde se que él llega.

Me hace gracia, porque cree que ataja en serio, o cree que me ha pateado bien de bien y por eso me ha metido un gol.

A veces jugamos a marcar, y pobre, también se la muestro por todos lados; “caños”, “moñas”, “pisadas” y esas cosas que he aprendido por ahí, siempre lo dejan con la boca abierta. Imagino que se preguntará dónde he aprendido todas esas maravillas.

Sé que el fútbol no le gusta, y que solo viene a jugar por estar un rato conmigo y eso me hace quererlo muchísimo.

Recién cuando mi mamá nos llama a comer y le digo:
"dale papá, vamos a comer que mamá después se enoja"
dejamos estos lindos momentos que pasamos juntos.

Pero solo hasta la próxima “peloteada”, en donde sé que estaremos juntos, mi papá, yo y esa gastada pelota de fútbol.

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Dedicado a mi hijo Matías.