sábado, junio 17, 2006

EL MEJOR EMPLEO


Nadie sabía donde había aprendido su arte.

Ni siquiera él mismo.

Cuando le preguntaban, decía que no sabía, que tal vez fué sin darse cuenta. Cuando junto con su hermano, allá a lo lejos, cuando eran niños, y se armaban sus propios juguetes.

Su madre trabajaba mucho y ganaba poco, apenas si podía darle lo mínimo necesario, ropa, alimento y muy poco más.

Debían hacer trabajar sus cabecitas, para inventarse sus propios juegos, debían inventarse sus propias herramientas para armarse sus propios juguetes.

Hoy luego de más de 30 años, aún recuerda esos avioncitos que tantas alegrías les dieron a su hermano y a él.

Avioncitos hechos de caña, con escarbadientes, corcho, alfileres y tapas de cuadernos de la escuela que misteriosamente se perdieron por una buena causa, la fabricación de ese maravilloso escuadrón de aeronaves.

El tiempo hizo que se perdieran físicamente, pero no sus recuerdos. Detalles de la construcción, planos, las largas horas de combate sin armas, y los vuelos casi imposibles de realizar aún por las aeronaves más modernas de la actualidad, permanecen imborrables.

Hoy en día, los niños de su zona, le traen sus juguetes para que se los repare.

Sus únicos clientes?

Una niña y un niño que viven muy cerca de su casa.

Sus trabajos más importantes?

Muñecas con pérdida de extremidades y a veces hasta su misma cabeza totalmente despeinada.

Naves espaciales con un tren de aterrizaje dañado, que la imposibilitaba para realizar misiones muy importantes para una humanidad imaginaria.

Todos bastante maltrechos, pero el arte y el ingenio de este hombre, los dejaba bastante utilizables, al menos para regalarle a los niños algunas horas más de diversión.

Había muñecos o vehículos que varias veces visitaban su consultorio, pero eran pacientes bastante fuertes y salían airosos de una nueva intervención.

Sus materiales y herramientas?

Bien simples, alambre, hilo, pinza, pero el ingrediente más importante, el amor y la paciencia.

Amor y paciencia que él no conoció, y precisamente por eso mismo, sabía que era un material más que imprescindible.

Su pago?

Simplemente un beso, un gracias, o simplemente unos ojitos brillantes con una sonrisa, que se iban sin decir más nada.

Cuando escuchó al niño, luego de ayudarlo en algo que ya ni recuerda decir:

PAPÁ, NO SE COMO CONTARTE CUANTO TE QUIERO,

supo que tenía EL MEJOR EMPLEO DEL MUNDO,

EL SER PAPÁ”.

Dedicado a mi esposa y mis hijos.
Daniel Bertúa